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LA HISTORIA DE HOHONU
En 2023, cuando pisé por primera vez Rapa Nui, sentí que la isla me abrazaba. Sus paisajes imponentes y la energía de su gente me cautivaron, pero fue su mar quien, silencioso y poderoso, me robó el corazón. Durante los doce días que estuve allí, cada jornada terminaba igual: caminaba hacia la playa o me bañaba en los poko poko, esos pozones naturales donde el océano me regalaba calma, energía y una conexión que nunca antes había sentido.
Un día, esa magia se rompió. En la orilla, noté fragmentos de colores extraños, algo que nunca había visto. Mi amiga Tama me explicó que eran microplásticos: diminutos restos de basura que el océano había arrastrado hasta la isla.
Un estudio publicado en la revista Nature revela que más del 70% del plástico que llega a Rapa Nui proviene de las costas de Chile y Perú, transportado por las corrientes marinas. La isla, ubicada en la zona marina protegida más grande de América Latina, se enfrenta a un problema que nace lejos de sus fronteras y que la expone tanto a los residuos continentales como a la basura marina de todo el mundo, incluida la derivada de la pesca industrial. Cada año, toneladas de plástico marino llegan a sus costas, formando grandes aglomeraciones que, con el tiempo, se fragmentan en microplásticos y ponen en riesgo la biodiversidad local.
Si yo no hubiera viajado y visto todo esto con mis propios ojos, probablemente jamás me habría enterado del problema. Esa experiencia me motivó a actuar y a buscar una manera de que otros también pudieran conocer la situación y aportar desde su lugar. Así nació la idea de transformar esos pequeños invasores en algo hermoso y tangible a través de la joyería y el arte.
Fue entonces cuando contacté a la organización comunitaria Te Mau o Te Vaikava o Rapa Nui, creada por los mismos rapanui, quienes me brindaron su apoyo desde el primer día. Nueve meses después, recibí 10 kilos de microplásticos recolectados en la isla, listos para una nueva vida. Comencé a trabajar mezclando los fragmentos de colores, probando técnicas y enfrentando la frustración de los errores. Fue un proceso de ensayo y descubrimiento hasta que finalmente nacieron los primeros prototipos: piezas únicas que hoy dan vida a Hohonu.
Esta colección no solo nace de un viaje personal, sino de un proyecto colaborativo que le da un nuevo sentido a los residuos. Incluso el packaging, 100% ecológico, es un pequeño homenaje a la isla que me inspiró. Hohonu, que en rapanui significa “profundo”, refleja la conexión con el océano y la oportunidad de demostrar que la belleza puede surgir incluso de la adversidad. Cada joya lleva un pedacito del océano y un mensaje poderoso: todos podemos ser parte de la solución.
Todos los viernes, si las condiciones lo permiten, la Dirección de Turismo organiza limpiezas de borde costero bajo el programa Hohonu, junto con Te Mau o Te Vaikava o Rapa Nui. Si estás en la isla o planeas viajar, puedes unirte a estas limpiezas de playas y ser parte activa de la protección del océano y la biodiversidad local. Y si no puedes estar allí, también puedes ayudar desde tu lugar: reduciendo tus residuos plásticos, reciclando y compartiendo con tus conocidos lo que ocurre en la isla más remota del mundo. Cada acción, por pequeña que parezca, contribuye a cuidar este territorio único, dejar un legado positivo y conectarte con la cultura rapanui, comprendiendo cómo nuestras decisiones en el continente impactan directamente en los ecosistemas más alejados.
Imagina un mundo donde todos comprendiéramos que no estamos separados de la naturaleza, sino que somos parte de ella. Cada pieza de Hohonu es un recordatorio de que el cambio es posible.